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‘Arma Letal 4′– La última gran película del género

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Antes de que me os echéis al cuello, creo que tengo mis razones para asegurar que la última aventura de Riggs y Murtaugh es una de las mejores películas de acción de su época. Y os las voy a explicar mientras hago un repaso a la culminación de una saga que creó estilo y de la que, cómo no, ya se prepara un reboot al ser imposible que Mel Gibson encuentre trabajo desde su célebre borrachera al volante. Porque me temo que no volveremos a ver a estos dos personajes con el mismo rostro en una sala de cine, a pesar de que las cintas de hoy día no sólo le deben muchísimo a estos dos malhablados policías, sino porque creo que podrían aprender de ellos sobre cómo hacer una auténtica cinta de acción.

 

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Shane Black, a quien muchos sólo conocíamos como el soldado gracioso de la película Depredador, escribió el guión de la primera Arma Letal a finales de los ochenta, presentándonos a la ya arquetípica pareja de agentes de policía que no se soportan y son incapaces de trabajar juntos. Martin Riggs, interpretado por Mel Gibson, era deslenguado, desagradable y más aún, estaba completamente loco. En la primera película Murtaugh tenía que lidiar no sólo con su falta de ética profesional, sino también con sus sentimientos suicidas, y Arma Letal es una grandísima cinta que podemos colocar a la altura de La Jungla de Cristal en cuanto a cine de acción. Las otras dos secuelas no estuvieron nada mal, pero mi favorita siempre fue esta cuarta entrega que se estrenó en 1998, cuando aún no estaba de moda hacer secuelas tardías y romper las ya preestablecidas trilogías. Este último capítulo iba a ser un cierre a las historias de nuestros agentes, y eso se nota en muchas partes del guión y de los créditos finales, pero iban a irse a lo grande.

En un prólogo que nos mete de lleno en la acción, vemos cómo los personajes han crecido sin cambiar demasiado, salvo tal vez lo justo para sentar la cabeza. El humor, los chistes malos, los diálogos que se solapan y apenas se entienden siguen tan frescos como antes (es el mismo estilo de lenguaje que se utilizaría en Iron Man años más tarde), y los dos actores no parecen haber olvidado cómo encarnar a sus creaciones. El más cargante sigue siendo Joe Pesci, pero no es tan molesto como Chris Rock, lo más flojo de la película y que abusa de su vena de monologuista cansino. Aun así, estos dos elementos cómicos no tienen gran peso en la trama que involucra a las célebres tríadas chinas, algo que no estaba muy explotado por aquel entonces y que fue algo original tratado de una manera decente. Mientras Murtaugh acoge a una familia de esclavos de origen chino en su casa, Riggs y él intentan descubrir quién intentó matarles en un barco que traía a los inmigrantes de forma ilegal, y eso nos adentra en un mundo exótico y muy interesante, y que me gusta mucho más porque me sitúa en una época sin teléfonos móviles, sin Internet y sin modernidades. Es por eso que creo que esta cinta es de las últimas del género de cine de acción clásico, porque un año antes de Matrix no se hacía tanto uso del ordenador y los efectos especiales. Todo lo que vemos es físico, con encuadres reales, una planificación muy cuidada y persecuciones que no resultan inverosímiles en absoluto. Cada golpe duele, cada disparo resuena, los personajes pueden caerse por las escaleras y hasta notamos el sudor, algo que creo que se ha perdido en los últimos años en los que las coreografías son como un baile acrobático y espectacular que ya poco nos impresiona. Y lo mejor de todo es que es precisamente por eso que el villano de esta película es el mejor de toda la franquicia. Jet Li, en su primer papel en Estados Unidos, interpretó a un chino con muy mal carácter y una forma de pelear tan limpia que contrasta con todo lo demás, haciéndole implacable y casi indestructible. La pelea final está increíblemente fotografiada y es un gran ejemplo de cómo mantener a los personajes dentro de su piel, ya que cada uno pelea como siempre lo ha hecho, y eso es lo interesante. No hay innecesarias coreografías de artes marciales que tanto abundan, sino que las peleas son sucias y sangrientas, y realistas, porque todos sabemos que Li les rompería la cara en una pelea justa.

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Otra razón por la que recuerdo Matrix es por la persecución que tiene lugar en una autopista y donde Riggs pelea en un camión de muebles que se va desarmando por el camino, y donde apenas vemos efectos digitales (aunque tal vez haya alguno, no voy a meter la mano en el fuego), en contraste con otras muchas persecuciones que rodadas años después iban a cambiar la manera de rodar la acción. Si nos fijamos bien, vemos que está realizada al estilo clásico, con planos alejados para los dobles o cortados por la barbilla, y con un aspecto tan realista y tangible que es imposible no creerte lo que estás viendo. Todo eso amenizado con una historia decente y unos diálogos memorables, con mala leche y llenos de palabrotas, de los que ya no se estilan. Es por eso que creo que Arma Letal 4 no es solamente una de las mejores películas de su estilo, es el fin de una época, y creo que no se la recuerda lo bastante. Desde entonces muchos han intentado repetir su estilo, pero ni siquiera Hora Punta de Jackie Chan y Chris Tucker está a la altura de estos dos. Y es una lástima, porque es un estilo de cine estimulante y divertido del que ya no volveremos a ver jamás.

Aloz flito es arroz frito, ¡Cablón!”

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